


ENTRE BRAGAS
¡AMÁRRAME Y HAZME GEMIR!
Por: LaVoyeur
en movimiento, en balcones, en parqueaderos, en baños, estadios, discotecas. Donde sea que me puedan pillar. Me encanta sentir el miedo apoderarse de mi cuerpo, sentir que me vengo y quedo adormilada por la mezcla de sensaciones.
Ya había estado en demasiados lugares públicos, hasta el punto en el que no me preocupaba ser desubierta. Por eso empecé a buscar otras formas de liberar la adrenalina en mi cuerpo y recurrir al pánico como un afrodisíaco. En una de mis búsquedas, me encontré con el Bondage. Vi muchas muchas fotos y me parecía estéticamente espectacular, me excitaba sólo de imaginar mis cuerpo amarrado y a disposición de él para que jugara conmigo.
Convencerlo no fue difícil, le encantaban las mismas cosas que a mí. Compramos un juego de cuerdas, una mordaza y un antifaz.
-A lo que vinimos.
Mi respiración se entrecortó.
Sentí sus dedos recorrer mi brazo desde la muñeca, y subir hasta mi clavícula, se movió lentamente y los puso en mi nuca. Abrió su mano y me sujetó el cuello con fuerza. Gemí.
Me puso en atifaz y me nalgueó. Abrí mi boca para dejar salir un gemido cargado de intriga.
No me había recuperado de mi descarga de deseo cuando sentí sus manos recorriéndome, soltó uno a uno los botones de mi blusa y me la quitó lentamente. Cayó al piso.
-Dios! Me encanta tu piel.
Estaba desnuda frente a él, con los ojos cubiertos y los pezones dolorosamente duros. Pasó la cuerda por mi entrepierna y rozó mi sexo, inmediatamente reaccioné y puse mis dedos en él.
-No, no, no señorita. Hoy el trabajo lo hago yo. Abre la boca.
Metió una bola en mi boca y apretó las correas detrás de mis orejas. Mierda, estaba amordazada y no iba a poder decir nada. Volvió a pasar la cuerda por mi sexo, pero esa vez se detuvo y lo golpeó con ella. Traté de gritar pero la bola no me dejó. Empecé a tener miedo, mucho. La sensación fue creciendo y sentí un vacío en el estómago. Puso la cuerda en mis muñecas y las amarró detrás de mi espalda. Luego juntó mis codos e hizo un nudo. Luego la pasó por delante y rodeó mis senos. Lo único que podía sentir era la cuerda áspera en mi piel y la humedad creciente entre mis piernas.

Me empujó a la cama y caí en 4, él río, sabía que era mi posición favorita. No sé en qué momento se desnudó, pero se paró detrás mío y me rozó con su erección. Agarró entre sus manos mi cadera y le dió un par de nalgadas. Deslizó sus dedos por mi trasero y los introdujo con fuerza en mi sexo.
Cuando me sintió lo suficientemente húmeda, me penetró sin piedad. Una y otra vez al ritmo de su respiración y mis latidos. Sentí su calor llenándome por dentro. Me quemaba su sexo y me dolían los amarres. Tiraba de mi cabello como quien sostiene las riendas de un caballo a punto de desbocarse. Sus manos se apoderaron de mi clítoris y mis pezones.
Las sensaciones me volvían loca. Sentirme dominada, a su merced, inmóvil, muda, excitada y llena. De nuevo puso sus manos sobre mi nuca y deslizó sus dedos lentamente por mi cuello hasta rodearlo completamente con sus manos. Empezó a apretar, a cerrarlas con fuerza, más de la normal. Respirar empezó a ser difícil. Más cuando sus embestidas se intensificaron y lo sentía tan adentro y tan rico.
Mi cabeza daba vueltas, empecé a marearme, no podía respiras. Lo intentaba una y otra vez pero no había respuesta. Sus manos apretaban cada vez más fuerte mi cuello y el aire no podía entrar, no podía moverme, las cuerdas lastimaban mis muñecas con cada intento que hacía por liberarme. Sentí que me iba, me iba, pero me vine.


Mis cabeza da vueltas, empiezo a marearme, no puedo respirar. Lo intento, una y otra vez pero no hay respuesta. Sus manos aprietan cada vez más fuerte mi cuello y el aire no puede entrar, no puedo moverme, las cuerdas lastiman mis muñecas con cada intento que hago por liberarme. siento que me voy, me voy, pero me vengo.
Siempre me ha gustado el peligro, el riesgo, la adrenalina. Hacerlo en lugares públicos, en carros